¿Dispuesto a vivir?

Vivir significa enfrentarse a la vida. Reir, discutir, sentir. Enfadarse y alegrarse. Opinar. Aceptar y rechazar. Vivir comprende un término base: luchar. Desear no morir. Querer seguir adelante siempre. Vivir significa querer vivir bien. No dejar que el tiempo pase y morir deprimido. Intentemos hacer que nuestra vida sea mejor. Hablemos... No sé, ¿de vivir?

miércoles, 23 de febrero de 2011

Daños colaterales


Una de las cosas más complicadas que tenemos que hacer en la vida es elegir. A veces nuestras elecciones se basan en pequeñas cosas como que vas a comer hoy, o que ropa te vas a poner. El problema de las elecciones es cuando el propio hecho de seleccionar una opción hace que haya unas implicaciones detrás. Esas implicaciones y todo lo que conllevan es lo que se denomina daños colaterales.

Hace una semana me ofrecieron un trabajo. Acepté participar en el proceso de selección porque venía de la mano de una persona de confianza y por qué era mi trabajo ideal, pese a que iba a significar abandonar la universidad. Sin embargo, según pasaban los minutos empecé a atorarme, había algo que no encajaba, algo en lo que no había hecho hincapié, entonces me di cuenta, sin querer había elegido.
El hecho de elegir involuntariamente es algo muy propio de los seres humanos, somos pasionales, vividores, en el fondo nos encanta el riesgo (al menos a mí me encanta), y eso conlleva a que las cosas que deben de pensarse con calma se hagan al alza.
Tras darme cuenta de mi elección me paré a pensar con tranquilidad. Hace unos meses termine el módulo superior y, tras pasarse el verano buscando trabajo y mandando currículums, finalmente llegué a la conclusión de que empezaría una carrera, para dar tiempo a que la “crisis” se apañara y poder acceder a un mercado laboral más amplio cuando concluyera con una titulación mayor.
Fui consciente de lo que había hecho, me había equivocado. Así que tras planteármelo me eché atrás, decepcionando a esa persona de confianza y a parte de mi entorno, causando multitud de daños colaterales, pero tomando una decisión lógica al menos para mí.

Algo similar pero en otro ámbito me pasó hace no demasiado. Mi relación con el sexo opuesto suele ser conflictiva en cuanto a términos naturales, así que cuando me entran para conocerme surge el problema. Conocí a un chico de una ciudad de lejos, el cual no podría venir a Madrid a vivir hasta dentro de meses y no era del todo seguro que viniera. Sí, si a alguien le suena a deja-vu es lógico, es la misma historia que viví con mi ex-novio pero pintada con otros colores. La diferencia en esta ocasión fue clara, tuve dos opciones vivir el drama y la espera y ser el mismo gilipollas que fui en su día o pensar en mí. Tenía que elegir, otra vez, pero esta vez fue totalmente distinto, elegí yo, así que alejé a esa persona de mí y ahora simplemente es alguien más, pero por desgracia él se convirtió en un daño colateral.

En esta vida elegir es muy complicado. Siempre hay muchos factores y muchos conflictos que pueden derivarse de ello, sin embargo una cosa me ha quedado clara en estos años que tengo de vida: Al igual que hay que quererse, hay que respetarse e intentar que la gente que te importa se quede con las partes buenas de ti y comprenda tus decisiones pese a no ser las más coherentes. Realmente, quieras o no, alguien siempre sufrirá en mayor o menor medida y como la gente suele ser muy de hacer de sufrir a los demás, lo mejor es que, al menos tú, no te conviertas en tu propio daño colateral, pues por suerte o por desgracia, no hay peor enemigo que uno mismo.

jueves, 17 de febrero de 2011

Madurar


Llega un momento en el que las personas se plantean realmente el fin de una etapa. Estos días mi cerebro me está retando a hacerlo y solo puedo decir algo al respecto, todo esto me sobrepone.

Ya tengo 21 años y un montón de experiencias en la espalda que analizar y de las cuales sacar conclusiones con cierta lógica. El problema viene cuando necesitas no pensar en nada ni nadie y tu cerebro, y tu situación en general, no ayudan a ello.
No tengo tiempo para pararme a pensar en nada y, aún que estos últimos días mi mente ha intentado manipular mi tiempo, finalmente terminaba durmiendo en vez de dedicarme el tiempo a mí realmente. Mi rutina a partir del próximo lunes es la siguiente y no hay forma cambiarla: Desde que me levanto por la mañana me toca ir a la universidad, tras eso por la tarde me toca trabajar, hacia la noche viene el ir al gimnasio una hora o dos para respirar y cansarme, a la vuelta cenar, ducharme, otra vez trabajar o quizás estudiar o hacer alguna práctica y, finalmente, dormir.
Resulta gracioso mi horario pero en ningún momento hay un minuto para pararme a pensar en lo que estoy haciendo. Supongo que de esto se trata, de priorizar las cosas en la vida. Ahora yo doy igual, lo importante es mi formación y conseguir el dinero necesario para mantenerme recibiendo una. El inconveniente es que mi cabeza no respira y el estrés empieza a apoderarse de mí, sufriendo mis constantes cambios de humor que a veces pago con gente inocente, aun que otras veces es con gente que se lo merece y hasta llegue a disfrutarlo. Esto de priorizar en la vida hace que el tiempo libre que tengas lo quieras para ti, o al menos, para pasarlo con gente que te recuerda quien eres. No me gusta que jueguen conmigo, pero especialmente no me gustan que lo hagan cuando se lo dedico a alguien en que creo que merece la pena malgastarlo. Estoy cansado de sentirme en muchas ocasiones utilizado y sentir que se ríen de mí, no soy el juguete de nadie, especialmente porque cuando me cabreo soy más de romper juguetes ajenos.

Supongo que en esto se basa el hecho de crecer, en saber administrar tu tiempo y, sobre todo, saber con quién pasas ese tiempo. Según vas cumpliendo años ves que aún queda mucho por delante pero poco a poco te das cuenta de que todo se termina y que, día a día el tiempo hay que aprovecharlo, pues el tiempo perdido jamás se recupera. Supongo que por eso nunca nadie dice que madurar sea fácil…

Quizás algún dia vuelva a tener tiempo para pensar en mí, volver a leer algo que me apasione y, lo más importante, escribir de nuevo las historias que no paran de rondar por mi cabeza. Respecto a relaciones solo una cosa que decir: Por ahí tengo a mis amigas a las cuales les dedicaré en cuanto pueda la mayor cantidad posible de mi tiempo libre, pues para temas amoros o de cualquier indole similar, ahora mismo, ni me da el cerebro, ni tengo tiempo.

viernes, 4 de febrero de 2011

No sé quién eres


Cae la noche. Las nubes se desplazan en todas direcciones mientras el viento, trémulo, agita la hierba bajo mi cuerpo. El cielo anaranjado cubre las inmediaciones, permitiendo a la bella oscuridad dilucidar su belleza oculta. La luna emerge y junto a su lírico brillo sus eternas compañeras, las dulces estrellas. Alzo mi brazo sin dejar de vislumbrar el embelesador espectáculo mientras una sonrisa taimada lustra mi tez. No estás. La hierba fría recibe mi cálido gesto evaporando la armonía. No estás y lo que es peor... No sé quién eres.

Hace cuatro años aproximadamente hice una tregua con cierta persona y una declaración de intenciones la encabezó: Mataríamos a Cupido. Dentro de tres días es mi cumpleaños, y dentro de diez viene ese santo al que tanto aborrecí en su día y al cual le hubiera soltado cierta cantidad de improperios y dedicado multitud de formas de mutilamiento entre otras técnicas de provocar dolor. ¿Por qué tanto amor hacia dicho individuo? Porque lo que Cupido nos da, Cupido nos lo quita.

Hace cuatro años descubrí lo que era el amor. Un amor extraño, un amor de dudosa naturaleza y el cual, hasta mucho tiempo después, no descubriría lo que había significado para mí. Aquella persona se quedó un pedazo de mi corazón y no sería hasta hace unos meses que otra persona volvería a quedarse otro segmento de mí.

El sentimiento del amor, cuando es verdadero, es la cosa más bonita que puedes experimentar. El problema es cuando se quiebra y te destroza. No puedes hacer nada para evitar que llegue ese momento, cuando tiene que llegar, llega. Aún sigo buscando el amor definitivo, esa persona que en vez de quedarse un fragmento me arranque el corazón y se lo quede para sí. Suena dramático, pero en el fondo soy así.

Si miro atrás no puedo odiar a Cupido. No me arrepiento de haber sentido, de haber amado, que lo niegue es otra cosa. Reconocer haber sentido el amor es declararte débil, pues es el sentimiento más poderoso que puede apabullar a una persona. Sin embargo, no podría aborrecer a ese pequeño ser que va en pañales y que porta un arco por un simple echo, hacerme conocer personas capaces de entenderme y personas merecedora de ser recordadas en mi memoria hasta la fecha de mi defunción.

Es en estos lúgubres instantes, en los que la gélida hierba enturbia mi alma inundando la hermosura de la noche, provocando un abrupto vacío en mí interior, es cuando puedo sentir cierta repulsión hacia el hijo de Afrodita. Quiero y deseo eufórico que estés ahí, que al alzar mi brazo mi mano acaricie tu torso pero, todo esto tiene un inconveniente, no sé dónde estás, y algo más importante, no sé quién eres.